viernes, 29 de mayo de 2009

La importancia de ser agradecidos


Piensa por un momento, cuantas cosas han hecho por ti desde el día que naciste… te diré de antemano, que si no recuerdas ninguna es porque eres una persona que no reconoce los meritos que los demás han ganado en tu vida, te crees un gran merecedor. Por el contrario, si has recordado a mucha gente, eres una persona, que al menos en tu mente y corazón reconoces que has llegado al justo momento en el que te encuentras hoy porque algunas personas en el camino te dieron la mano.

Agradecer es una virtud que solamente las personas humildes de corazón pueden desarrollar. Entender que, definitivamente no estamos solos en este mundo, y que por pequeña que sea la situación en la que nos hayan ayudado, o dado alguna oportunidad, es digno demostrar a la/s persona/s que lo hicieron, que tenemos conciencia de lo oportuna que fue/ron en nuestras vidas.

La actitud de personas que no saben agradecer puede tener su origen en la etapa familiar en que les tocó nacer y/o el lugar de nacimiento entre los hermanos, y/o en la relación que se forjó con las personas significativas de su entorno familiar.

Desmitificando un poco, quiero explicar el hecho de que, aunque todos pertenezcamos a una familia, no todos nacemos en la misma familia. Me explico, las familias van cambiando a medida que van caminando como proyecto, y cada vez que nace un hijo, pues papá y mamá han tenido una evolución, ya sea económica, laboral, personal, y/o en su defecto, tienen más edad. Lo que hace que traten a cada hijo de manera diferente. La manera en que hagan sentir a un hijo en específico, sin enseñarle que ocupan un lugar entre muchos lugares, pueden crear o no la habilidad en esa persona de saber agradecer y reconocer los meritos de otra persona, Si no ocurre de esa manera, y en cambio le dan todo cuanto quiera el hijo y más de ahí, pues este muchacho o muchacha no tendrá un sentido claro del valor de las cosas, y estará caminando por la vida entendiendo que todo el mundo debe rendirle honor, y que merece todo de todos.

El lugar que ocupa entre los hermanos, o si es hijo único, también puede determinar este proceso. Los padres tienen expectativas muy diferentes de los hijos y su lugar de nacimiento, y esto hace que impregnen en cada hijo un sello que denota lo que ellos como padres esperaban de sus hijos. Por ejemplo, muchos padres y madres tienen grandes ilusiones con el primer hijo, y partiendo de esto, le ponen todo en bandeja de plata, para ver realizado en él o ella, el anhelo que como padres tienen sobre su primogénito, lo que puede generar un sentimiento de “principado emocional” en esta persona, y que luego entienda que todo ser humano que existe en el mundo es un peón que está para rendirse a sus pies.

En otro caso muy particular, podría suceder que uno de los progenitores, o ambos, proyecten en un hijo o hija los temas que ellos como adultos no han sabido manejar en su vida, y dependiendo de esto, se va creando otra gama de esquemas emocionales y mentales entorno a la relación significativa de este hijo con su progenitor. Por ejemplo, una mamá sobre protectora, que vive obsesivamente encima de su hijo o hija menor, puede generar el mismo sentimiento de “principado emocional” en esta persona, que luego entenderá que todas las personas deben cuidarlas porque ello@s son el ser más importante y merecedor de cuidado sobre la tierra. Estos ejemplos, generan a su vez lo que es un alto grado de merecimiento, y en consecuencia y mal agradecimiento a todas las personas que le rodean.

Supongo que conocerán personas así, y espero que si tú eres una de esas personas, al menos esto te sirva para recapacitar y pensar, que viniste al mundo y te irás algún día. No eres más ni menos de lo que eres, y siempre necesitaremos a otras personas para caminar. Por tal razón, tenemos que ser agradecidos con todos, incluso con aquellas personas, que aun haciéndonos daño, nos enseñan a ser fuertes y a no dejarnos amilanar por los embates de sus acciones. Y por encima de todo, a Dios, quien es el artífice de todo lo que nos es a bien en este mundo, aunque muchas veces no lo entendamos.

Aprovecho la ocasión, para dar gracias infinitas a todas las personas que me han dado su apoyo en el fortalecimiento de este blog. Yo de verdad, nunca pensé que este espacio de escritura y lectura, iba a tener tanto impacto sobre la vida de muchas personas, y eso me reconforta y me gratifica. Su motivación para leer lo que escribo, me motiva más cada día. Muchas gracias, colegas, amig@s, conocid@s, y desconocid@s que leen mi blog.

re.almanzar@gmail.com

viernes, 22 de mayo de 2009

El poder de nuestras decisiones


No saber qué hacer, en algunos momentos, se convierte en un calvario para nuestra vida. Es como si lucháramos para poder estar tranquilos en medio de una tormenta, en la cual sólo nosotros somos participes de manera protagónica. Es agonizar teniendo todas las posibilidades de vida, entendiendo que la salida vendrá de una fuente exterior porque si, porque así debe ser. Y, esto, depende mucho del marco preconceptual del que hayamos salido como entes humanos (religión, cultura, familia, sociedad). Nos han ensenado mucho a no escoger de manera adecuada, y convertirnos en seres resignados a esperar a ver que pasa.

Tener poder, es simplemente manejar algo que sólo yo tengo la potestad de manejar. Es hacer posible las cosas que siento y deseo que sean posibles. Muchas veces se ha mal entendido el poder, ya que se visualiza entorno a los bienes materiales que se adquieren a través del capital. Y, en cierto modo, como vivimos en un mundo capitalizado, es así, pero mas que demostrado esta que, esto es pura ilusión, y no da poder verdadero y real, sino más bien satisfacciones momentáneas, que llenan nuestra vida de ilusiones banales y significados fantasiosos creados por la sociedad en que vivimos.

Algo importante a tomar en cuenta es que, nosotros somos lo que creemos que somos, y no lo que somos en realidad. En tal sentido, hemos perdido la capacidad de aceptarnos a nosotros mismos tal como somos. Nos hemos visto inmersos en una cantidad de creencias que guían nuestras vidas de una manera marcada. Es como un legado que hemos adquirido de la miseria humana que vivió antes que nosotros en este mundo. Aceptamos la verdad del mundo, para enterrar lo que somos como personas únicas y creadas para un propósito marcado e infinito a la vez.

Generalmente cuando le pregunto a alguien “cómo tu eres?”, no me saben decir. No nos gusta hablar de nosotros mismos, como si fuera un pecado o una blasfemia, ya que hablar de uno mismo es algo de personas arrogantes y sin modestia. Por eso nos vamos metiendo cada vez más en la falsa creencia de una humildad engañosa, pensando que saber quien soy y decirlo sin problemas, es un crimen de humanidad, por el cual seré etiquetado por el resto de mi vida como un pedante. Obviamente, no es que vamos a estar hablando de nosotros fuera de contexto, sino que, tenemos que sabernos a nosotros mismos y asumirnos con autoridad ante nuestra vida, y ante otras personas en el justo momento que sea necesario.

Las decisiones las toman otros, y es mucho más fácil, más cómodo así. Esto, es un mecanismo que, solamente le da poder a la otra persona sobre tu vida. Es lo que desde pequeños hemos vivido. Papá, mamá, y toda persona que miramos hacia arriba, deciden lo que tenemos que hacer, en consecuencia, nos vamos acomodando a esta manera de funcionar. Hasta cierto punto, en alguna etapa del desarrollo esto debe ser así, pero la parte crítica de todo esto es, que en ningún momento nuestros padres/madres, y o gigantes todopoderosos, nos enseñan que somos importantes en la toma de decisiones de nuestro sistema familiar. Y ahí se va forjando esa esclavitud encarnizada que vivimos en nuestro día a día en todos nuestros procesos, “no saber decidir”. Peor aun, muchas veces decidimos mal, y vemos un producto que no era el esperado, ya que no se nos permitió desarrollar esa habilidad.

Hay una frase que he utilizado mucho en estos días, y es que “la vida de las personas está rodeada de sus decisiones”. Lamentablemente, muchas veces “malas decisiones”, producto de lo esperado por el mundo, o de la impulsividad del momento, o de las creencias erróneas, o falsas expectativas que se tienen de nosotros en nuestro contexto familiar.

No hay nada comparado a la satisfacción que nos brinda el hecho de tomar nuestras propias decisiones. He retado a muchos pacientes diciéndoles “toma una decisión, y verás el poder que vas a sentir”. La sorpresa no tarda en llegar, y me dicen que es increíble como su mundo comienza a cambiar, de manera inmediata, cuando comienzan a tomar decisiones y a asumirlas de manera comprometida.

Para tomar una buena decisión, primero hay que hacer conciencia de las cosas que uno como persona quiere en la vida y en el momento que se está viviendo. Segundo, hay que sopesar todas las opciones posibles y tratar de visualizar el producto a corto, mediano, y largo plazo de cada una de las opciones. Tercero, observar a que personas afectará nuestras decisiones, tanto en la actualidad, como en futuras generaciones que ni siquiera han nacido. Cuarto, pedir sugerencias a gente que realmente tengan una visión critica y depurada de la vida (no a todo el mundo, y esta parte es importante). Quinto, mirar hacia atrás y sacar un balance objetivo de todas las decisiones que hemos tomado y cuales nos han dado realmente el fruto esperado, para poder elegir adecuadamente. Sexto, reflexiona sobre las decisiones de tu sistema familiar, y como han repercutido en tu vida y las vida de quienes te rodean, para que no cometas los mismos errores. Séptimo, da el paso y comienza a sentir el éxtasis y la satisfacción de asumir la responsabilidad por tomar una decisión de manera reflexiva y critica. Octavo, no lo hagas como forma de rebeldía. Ser rebelde no es lo mismo que tener poder, por el contrario, tener poder es ganar sin hacer ruido.

Ensaya todos estos pasos, como si fuera un juego nuevo. Te garantizo que si lo haces a menudo, verás como incrementa la confianza en ti mismo, y las personas que te rodean comenzarán a admirarte y respetarte de una manera positiva.

re.almanzar@gmail.com

jueves, 14 de mayo de 2009

Una separación terapéutica: noooo, por favor!!

En algún momento de nuestras vidas, en alguna relación de pareja, alguien nos dijo “necesito un tiempo”. Frase que congela el alma de cualquier persona que no quiere dejar una relación. Y es que se utiliza mucho este recurso para no dar la cara y ser responsable cuando ya una persona no quiere seguir con nosotros. Luego que pasa el congelamiento, viene un estado de pánico que nos deja como “bobos”, y nos pone a rogar y a prometer cosas de la que no somos concientes, ni siquiera sabemos como lo vamos a hacer.

Esta es la parte que conocemos (popularmente) de la separación como método para resolver problemas crónicos en la relación de pareja. Es como el aliciente que encontramos, cuando ya el agua nos llega al cuello, y no tenemos forma de resolver las cosas porque ya están a su tope. La otra cara de la moneda es, cuando hemos sido nosotros quienes le decimos a otra persona lo mismo. Yo supongo que estarás en este momento haciendo memoria de cuantas veces te lo han hecho, y cuantas veces lo has hecho tú. Pues, no te sientas mal, simplemente aprendimos a no ser responsables ante nuestras vidas, y a no asumir posiciones de sinceridad frente a otras personas, y más cuando creemos que por separarnos le estamos haciendo un daño a quien es nuestra pareja.

Si, precisamente ese es el punto. El tiempo empacado en el vacío es un paño tibio que no resuelve nada, es un “tente ahí”, mientras te olvidas de mí, y así no te duele tanto que yo te diga que ya no quiero estar contigo. Es como si el tiempo asumiera la responsabilidad de lo que nosotros por respeto debemos asumir.

La otra parte de la que quiero hablar, es de lo que se utiliza en algunas ocasiones en terapia: la separación terapéutica. Crea el mismo congelamiento, y el mismo pánico, lo único que en este caso es el terapeuta quien propone la separación. La pareja no quiere separarse, ambos se sienten adaptados a su atolladero, pero juntos son incapaces de salir a flote y seguir adelante. Cuando se hace esta propuesta, las personas siempre hacen alusión a lo que mencione más arriba: “Ay, doctor, eso no funciona” “ya yo me sé esa” “usted lo que quiere es hacerlo más fácil para nosotros”, etc. Pues, no, no es así.

Cuando nosotros los terapeutas hacemos esta propuesta, que no es empacada al vacío, sino con un propósito bien firme, no es para hacer de la separación algo suave, es con objetivos muy definidos. Se plantea que la pareja permanezca junta a mediano y largo plazo, pero que a corto plazo se tomen un tiempo para que se enfoquen cada uno en su propia persona. Para que se den un espacio de reflexión guiada por el terapeuta, y poder llenar de oxigeno el alma y la mente que tenían hasta ese momento tan atiborrada de problemas, que no eran capaces ni siquiera de darse cuenta de que las cosas no van bien.

Es importante que la pareja asuma ese tiempo para sacar un balance adecuado de lo que ha sido vivir al lado de la otra persona. Cuales han sido sus cuotas de responsabilidad en las situación que han desencadenado la cronicidad de los conflictos, e incluso reflexionar si realmente esta dispuesto a reelaborar su proyecto de pareja de una manera totalmente nueva y trabajando sus temas personales para poder aportar algo nuevo a la relación.

Algunas personas no aguantan el tiempo, otras si. Nos da miedo estar solos, nos da ansiedad, creemos que vamos a morir si la otra persona no está, pero no reflexionamos por un momento que, no quiero separarme de alguien con quien las cosas no salen bien, o sea, ni siquiera para eso tenemos conciencia. Este es el mejor indicador de que es necesaria una separación terapéutica.

Se estarán preguntando, pero, cuanto tiempo es el suficiente. Bueno, ya esto es algo que deben determinar los miembros de la pareja, y la sugerencia por parte del terapeuta debe ser guiar para que entiendan que lo adecuado es que ni sea poco tiempo, ni mucho tiempo. Quizás un mes, sería un espacio prudente. Haciendo énfasis de que, en ese mes, la idea es que se haga un trabajo personalizado, y que funcionalmente hay una separación, pero estructuralmente la pareja sigue viva. Entendiendo que es una separación con propósito, y que te puedes beneficiar muchísimo si te atreves a estar contig@ mism@ por algún tiempo, pensando las cosas de manera adecuada.

re.almanzar@gmail.com

jueves, 7 de mayo de 2009

¿Qué son las lealtades invisibles?

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En algún momento te habrás preguntado que es lo que realmente significa el nombre de este blog (Lealtad Invisible). En la introducción hice alguna referencia breve sobre la motivación que tuve para poner dicho nombre, pero no expliqué detenidamente a que se refiere, y creo pertinente que hagamos un alto en el camino, explicando de manera puntual, y espero que lo mas entendible posible, qué son las lealtades invisibles (LI).

Paso a citar textualmente algo que extraje del libro sobre LI, escrito por Iván Boszormenyi-Nagy y Geraldine Spark. Nos servirá para explicar el tema: “El concepto de lealtad invisible multipersonal implica la existencia de expectativas estructurales de grupo, en relación con las cuales todos adquieren un compromiso. Su marco de referencia es la confianza, el merito el compromiso y la acción. Esta lealtad se remite a varias fuentes: lealtad familiar, derivada del parentesco biológico y hereditario; y la lealtad como actitud individual, que abarca la identificación con el grupo, autentica relación objetal con otros miembros, confianza, confiabilidad, responsabilidad, compromiso, fe y firme devoción. Por otra parte, la jerarquía de expectativas del grupo connota un código no escrito de regulación y sanciones sociales. La internalizacion de las expectativas y los mandamientos en el individuo leal proporcionan fuerzas psicológicas estructurales que pueden ejercer coerción sobre el sujeto. Si no puede reclamar el más profundo compromiso de lealtad, ningún grupo podrá ejercer un grado elevado de presión motivacional en sus miembros”(*).

Como podemos darnos cuenta, esta breve reseña tiene un contenido conceptual tan amplio, que obviamente nos tomaría muchísimo espacio trabajarlos de manera profunda, pero haré el intento de explicarlo de una manera amigable y sencilla. Lo cual no significa, que si te interesa profundizar sobre el tema te limites, puedes leer el libro y/o reflexionar sobre el texto citado.

Hay una palabra clave en todo esto, y es la que hace referencia a la “invisibilidad”. Siempre se ha conocido la palabra lealtad sin este apellido de “invisible”, pero este ruido que nos han puesto Nagy y Spark, es lo que cambia el significado de esta palabra. Lealtad, propiamente dicha es algo que mueve a una persona a hacer cosas por un grupo, institución, o por otra persona. Pero cuando se habla de lealtad invisible, son aquellas fuerzas que nos hacen movernos en una dirección determinada, sin que estemos conscientes de por que razón lo hacemos. Por ejemplo, como se entendería un niño que por lealtad sus padres siempre este enfermo?? Pues si, aquí esta lo genial de esta visión, se ha observado que en muchas relaciones de pareja que no funcionan de manera adecuada y que están proclives a una separación, el hijo se sacrifica de manera inconsciente y se enferma sin siquiera saber que se esta enfermando, con el simple propósito de mantener la cohesión de sus padres. Es como si una persona sacrificara su propia persona, para que se mantenga un estatus en el objeto al que se tiene la lealtad invisible.

Otro ejemplo clásico es la madre que se divorcia de su esposo, y nunca se vuelve a casar y se queda viviendo con su hijo desde pequeño. Se va dando una relación seudo conyugal entre la madre y el hijo, dado el hecho de que comienzan a nutrirse emocionalmente el uno al otro, en una relación que mas que de madre e hijo, se convierte en algo horizontal, donde el hijo comienza a jugar roles de adulto. Después que este crece, por lealtad a la mama, boicoteara todas las relaciones de pareja que tenga, ya que casarse y realizar su propio proyecto podría ser parte de una deslealtad hacia su madre, por consiguiente sacrifica su crecimiento personal, para que se mantenga el estatus entre el y su madre.

Hay elementos que hacen que se mantengan estas lealtades invisibles de manera casi inamovible. Los “códigos” implícitos, son como reglamentos que se adquieren en el proceso de desarrollo y crecimiento psicológico dentro del sistema familiar, y del cual la persona no es consciente, sino que se adhieren a los esquemas mentales con las vivencias dentro de la familia y con los vínculos que se dan entre los miembros de la familia. Por otro lado, los sensores automáticos que detectan cualquier movimiento destinado a resquebrajar las lealtades, tienen como mejor aliado el sentimiento de culpa, que se incita por medio de frases que hacen sentir a la persona que esta haciendo algo que rompe con el compromiso adquirido con el objeto de lealtad. Por ejemplo, el chico esta decidido a casarse, y la madre comienza a enfermarse, o a decir frases como “y ahora que será de mi”; “ya no valgo nada”, etc. etc., etc., lo que promueve en la persona un sinnúmero de emociones negativas que comienzan a trabajar de manera directa sobre su decisión firme de casarse, pero no hará un movimiento directo, sino que comenzara a buscar argumentos que refuten el valor que tiene su relación de pareja.

Los códigos pasan de generación en generación, observándose como una realidad determinada se repite en los descendientes de una familia a través de décadas. Y se van creando leyes de interacción familiar, que se asumen como ciertas sin que nadie las cuestione abiertamente, pues esto significaría una falta de compromiso que las estructuras que se heredan dentro de sistema familiar. Por ejemplo, en muchas familias las mujeres se divorcian y se quedan solas criando sus hijos, y se ve como el fenómeno ocurre en múltiples generaciones de la misma familia. Lo más probable es, que pasada la primera generación donde comenzó el evento, todas las otras generaciones adquirieron el código “las madres crían a sus hijos solas”, y harán todo lo posible (de manera inconsciente) por boicotear todas sus relaciones de pareja, para serle leal al código imperante en su familia de origen. Sin embargo, el discurso consciente probablemente será “Yo no tengo suerte con los hombres”, sin entender remotamente que sólo está siendo leal a un proceso familiar mediante el cual no tener éxito en su matrimonio, se convierte en un peldaño en la escala de meritos ganados por ella dentro de su familia.

Es imposible que una persona se pueda diferenciar y crecer en sus proyectos personales, si no conoce el trasfondo de las acciones que marcan su vida. Todos estamos inminentemente atados a estas lealtades invisibles, y mientras más las neguemos, mas las reafirmamos, porque nunca dejaremos de ser quienes somos, mas podemos movernos en otra dirección, y eso es lo que haría la diferencia.

re.almanzar@gmail.com

* Referencia citada: Nagy & Spark (1994) Lealtades invisibles. Primera reimpresion en castellano. Amorrortu editores. Argentina