jueves, 29 de octubre de 2009

Conversación con Alicia


Hola Alicia, cómo estás?? Hola, muy bien, y tú quien eres? Cómo es que me conoces? Pues mi nombre es Ramón, y como no voy a conocerte, si eres un personaje famoso. Eres Alicia, la famosa niña del cuento del país de las maravillas. Cuento?? Cuál cuento?? Pues el cuento que todos conocemos, y al cual tu perteneces. Bueno, Ramón me dijiste que te llamas?? Si, Ramón. Mira Ramón, yo no pertenezco a ningún cuento, y soy dominicana, lo único en lo que no te equivocaste es que sí vivo en el país de las maravillas, el que parece que no se ha dado cuenta eres tú…

Este es el preámbulo de una conversación que tuve con Alicia, si, la misma del cuento, que luego me aclaró que no es cuento, y más aún, somos del mismo país. Oh Dios, pero y que es esto… al principio estuve muy confundido, pero luego terminé entendiendo todo el rollo.

…y, cómo es entonces que se escribió un cuento acerca de ti en un país de maravillas, si tú me estás diciendo que eres dominicana. Bueno, lo que pasa es que en algún momento hablé con alguien sobre la realidad de nuestro país, y esa persona tomó la idea y realizó ese maravilloso cuento del que hablas, y del que yo también conozco y me río mucho cuando lo leo. Ese escritor tuvo la genialidad, de traducir toda nuestra cotidianidad en una trama que sólo yo sabía a lo que se refería, pero que hoy tú también te estás enterando al hablar conmigo. Entonces, por favor, dime que fue todo lo que hablaste con ese escritor. Básicamente lo que le comenté, es lo mismo que sabemos todos los que habitamos aquí. Toma nota:

Le dije que, aquí los semáforos son adornos de navidad que los utilizamos todo el año para adornar las calles con luces parpadeantes amarillas, rojas y verdes, y que algunas personas piensan que son para controlar el tránsito. Que en las calles, a veces, hay unas líneas blancas y amarillas, que le dan una rica vistosidad para que uno se entretenga mientras está manejando, pero que algunos ingenuos piensan que es para señalizar la manera en que se debe transitar. Que algunas personas que no están bien de la cabeza, a veces pisan las rayas que según ellos son para peatones, pero que es parte de la belleza artística y decorativa de las avenidas más importantes. También le comenté, que gracias a unas regulaciones bien elaboradas, los taxistas y deliveris de los colmados, tienen una licencia única para llegar a su destino a como de lugar, y que todos debemos entender eso, pero hay algunas personas que son rígidas y se incomodan por estas cosas. Por otro lado, le comenté que aquí decir no es decir si, y decir si es decir no, pero que todos entendemos cuando es no y cuando es si, y siempre con derecho a reclamación, ¿no es esto maravilloso?, definitivamente que sí. Y que si lo haces bien, estarás muy mal, y si lo haces mal, tendrás todo el derecho de decirle al que lo hace bien que está muy mal. Que de vez en cuando, asfaltamos bien los hoyos de las calles, pero que en la mayoría de los casos los dejamos abiertos, porque así le hacemos la vida más divertida a los que conducen, ya que sería muy aburrido transitar de una manera estable hasta donde vayas. Y le explicaba de los límites que no existen en nuestro país, que todo es posible, y que a nadie le importa, waoooo, que chulería, pero que algunas personas que por todo pelean se encuentran eso mal, y que yo creo que se van a morir de un infarto. Que el reloj nuestro sólo tiene tres horas, “mañana, tarde, y noche”… a esto el escritor lució asombrado y me pidió que le explicara, y le dije que cuando vamos a hacer una cita con alguien nos preguntan “a qué hora nos juntamos” y nosotros de manera simple podemos responder “en la tarde”.

Si has leído bien el cuento, hay un evento que encanta y fascina, que es la celebración del “No cumpleaños”. Para que el escritor entendiera esta parte, le di un paseo por todos los colmadones y bares que de lunes a lunes están celebrando lo que sea que haya que celebrar. Algo muy importante, y que no se podía quedar es el tema de que aquí todo es posible, y que sólo hay que buscar la manera. Ah, y que aquí fue que nació Dios, pero él nunca lo supo. Que no hay que estudiar para ser millonario, y que para coger mucha lucha y no conseguir nada en la vida uno tenía que matarse estudiando, y hacer varias maestrías. Y algo muy, pero muy importante es, que cualquiera puede dirigir el destino del país, y eso a nadie le importa… y todos somos felices y simplemente vivimos celebrando el “No cumpleaños”. Que nuestras energías la conseguimos con el alcohol, la nicotina, y otras sustancias altamente nutritivas, y que el tema de salud lo resolvemos fácil, porque todos sabemos indicarle una receta a cualquier persona que nos diga que tiene un problema de salud.

Y ya Ramón, no recuerdo muchas otras cosas que sé le dije al escritor, pero más o menos sabes de donde fue que él se nutrió para escribir el cuento. A propósito, leí tu publicación anterior “las proyecciones de nuestra mente”, y observé algo ahí que me hace pensar que tu también hablaste con el escritor, y que tú si sabías que yo era dominicana. Eso también lo comenté con él, ahora que lo recuerdo. Le dije que en nuestro país puedes hacer lo que quieras, y no habrá problemas, ya que tenemos una frase que es inmortal, y que ha sobrepasado las honorables notas de nuestro himno nacional, y es que “YO NO FUI”. Son palabras mágicas que frizan, como la chicharra paralizadora del Chapulín Colorado, a cualquiera que nos acuse sin sentido.

Definitivamente, Alicia, que eres dominicana. Pues ya lo sabes Ramoncito, así que, cuando vuelvas a leer Alicia en el país de las maravillas, ya sabes que realmente es “Alicia en República Dominicana”.

re.almanzar@gmail.com

martes, 20 de octubre de 2009

Las proyecciones de nuestra mente

Hablando con una persona de nacionalidad cubana, pude reafirmar algo que dijo Freud: “Los síntomas son culturales”. El me decía que “si algo me molesta de los dominicanos, es que no aceptan sus errores, y siempre se defienden cuando les cuestionan sobre algo”. Lamentablemente esto es cierto, y digo lamentable porque soy dominicano y estoy conciente de que somos así.

Creo que hemos hecho mucho uso y abuso de un mecanismo de defensa llamado “proyección”. Esto sucede de manera inconsciente, pero tengo la ligera sospecha que de tanto hacerlo ya se ha convertido en un esquema de funcionamiento mental de nuestra cultura (sujeto a comprobación). Proyectar en los demás las cosas que son de nosotros de manera particular, nos pone en un plano de irresponsabilidad y deshonestidad, por simplemente no aceptar las cosas que hacemos.

Hacer una proyección es decir que otra persona es lo que yo no acepto que soy. Como es un mecanismo de defensa, lo hacemos de manera inconsciente, y nuestra mente utiliza este recurso porque algunos temas nos generan tanta ansiedad que para poder protegerse simplemente se lo proyectamos a los demás, y listo, no hay nada de lo que me tenga que hacer responsable. Es como limpiarse las manos, para dejar la responsabilidad en manos de quien quiera que sea un buen candidato para depositarle nuestra basura mental.

Este proceso va de la mano con la doble moral y los valores tan distorsionados que se viven en la actualidad. Todos quieren dar una buena imagen, y se piensa que dar una buena imagen es nunca cometer errores. No se nos permite cometer errores, y se nos pone en una situación donde los errores tenemos que cometerlos de manera escondida, pero de manera pública nos tenemos que defender absolutamente de todo cuanto nos pueda traer alguna mala imagen. Lo gracioso de esto es que, hasta con lo más mínimo decimos “no fui yo” “lo hice porque” “si yo hago eso es porque tu haces aquello” etc, etc, etc.

Jamás, nunca, debes dar la cara por hacer algo. Decir “Yo lo hice, porque pensé que era lo correcto” no se nos permite. Hemos aprendido a elaborar situaciones ficticias que demuestren nuestra inocencia, aunque no se nos esté culpando de nada, porque siempre creemos que nos están señalando. Y yo me pregunto, ¿Será que nos sentimos tan aludidos por todo lo que se dice? ¿Es que realmente somos algo que no nos queremos creer que somos? ¿Es que nuestra historia nos ha puesto tan a la defensiva? ¿Es que nos creemos tan poca cosa que necesitamos estar demostrando siempre que no hemos hecho nada de lo que se nos pueda responsabilizar? ¿O es que simplemente no hemos aprendido a dar la cara porque la justicia brilla por su ausencia?

Gracias Sr. Freud, por explicar hace muchos años, lo que hoy en día, lamentablemente, nos caracteriza como representantes de una cultura. Y que se entienda, que cuando hablo de lo que “nos caracteriza” hablo de la mayoría, pero no de todas las personas. Vivimos en la cultura del “yo no fui”, y si no es así, hagan un poquito de memoria.

re.almanzar@gmail.com


miércoles, 7 de octubre de 2009

Contradicciones y discriminaciones de la mente mediocre


Es muy fuerte y lamentable tener que vivir como si nada estuviera pasando, sabiendo que pasan muchas cosas. Cuanta hipocresía, cuanta falsedad, cuanta gente que vende una sonrisa escondiendo una mueca de desagrado. Todo esto es parte de la mediocridad que circula en las venas de muchas personas.

Que duro es tener que lidiar con personas que hoy dicen una cosa, y luego dicen otra totalmente contraria. Es porque la verdad sólo le sirve a la gente para cuando la necesitan, pero mientras no es necesario dar la cara y ser sinceros. Hasta donde llega la capacidad de no tener una posición fija.

Creo que las mentes mediocres se alimentan de los complejos y la envidia de las personas. De no saber darle méritos a lo que realmente lo tiene. De no aceptar lo bien que lo pueden hacer otras personas. Y esto complementado con una alta dosis de baja autoestima, que muchas veces es mal interpretada como alta autoestima, porque según creemos tener autoestima alta es hablar mucho de lo que uno hace y sentirse orgulloso por eso, pero al contrario, muchas veces hablar demás de nuestras propias cosas cuando hay otras personas presentes, es un indicador de que necesito que me digan que lo hago bien, porque simplemente no me lo creo.

El tumbapolvismo y el lambonismo, cualidades endémicas de nuestra sociedad, son las dos columnas que sostienen una mente mediocre. Creer que se es mejor persona porque se habla con “fulano” o “fulana”. Creer que alguien es inteligente o vale la pena simplemente porque tiene un traje, una corbata y unos zapatos bien lustrados. O porque tiene una linda familia, o un carro de marca prestigiosa con precio en dólares, porque en pesos se oye demasiado inflado. Cuanta gente hipócrita que se la dan en sencillas, simplemente para que digan que es “humilde”, pero que inmediatamente se da la vuelta acaban de manera inmisericorde con la imagen de cualquiera.

El remedio para todo eso, y más aún, la pócima preventiva para cuidarse de estas personas es simplemente no hacerles caso. Dejar que se auto eliminen por sí mismas, porque por suerte el tiempo no es lambón, el tiempo no tumba polvo, el tiempo es quien da méritos a la calidad. Mantén un bajo perfil, y deja que los mediocres tropiecen con sus propios pies, porque así será. Deja que se alimenten de sus propias palabras, porque ya lamentablemente, no se han dado cuenta que las personas están cada vez mas hartas de sus estupideces, y no se comen el cuento de cualquier que hable bonito y viva citando autores de libros que se ha leído. A quien le importa que usted memorice nombres de autores, o si se sabe la historia de Grecia y de Roma completa. Y??? esto que resuelve?? Donde está lo pragmático de su vida Sr. Y Sra. Mediocre… si leyera mejor, fuera mejor persona, pero simplemente se limita a memorizar textos para dársela de que sabe dentro de un grupo de personas que no cuestionan su egocentrismo.

Paz y amor… y quiero terminar con una de las ideas de Salvador Minuchim: “Después de leer un buen libro, quémelo, y olvídese de lo que leyó”. Yo le añado: “Y simplemente sea usted mismo, integrando lo aprendido a su estilo de vida”.

re.almanzar@gmail.com