Estas tres palabras nos despiertan sentimientos encontrados. Son varias opciones que en algún momento nos podrían parecer iguales, pero que realmente no lo son. La confusión situacional nos pone en disyuntivas de tener que elegir entre lo que se debe, lo que se puede, o lo que se quiere hacer.
Por orden alfabético, y creo que el azar conspira, comenzaré por el deber. Este verbo es el que denota las obligaciones y reglas que nos han sido impuestas, reglas que muchas veces no tienen un origen claro, pero que se acatan sin preguntar por qué. Los debeísmos son la piedra angular sobre los cuales se ha forjado la civilización tal cual la conocemos. Han sido la manera en que nos hemos podido ajustar para poder vivir en comunión, pero no “rebulujaos”. En cierto sentido, no están del todo mal, porque delimita espacios que no son intransferibles en la condición personal de cada un@. Lo malo es cuando estos “deberes” comienzan a generar una ansiedad enfermiza en nosotros, y nos adherimos ciento por ciento a ellos, perdiéndonos en su esencia, y dejando de ser quien realmente somos.
Poder, no entendido como una condición humana, sino como lo que se tiene capacidad o permiso de hacer, es lo que en ocasiones nos confiere la libertad de realizar acciones. El poder hacer algo nos da la certeza de que lo que haremos o estamos haciendo, aunque tenga un valor ambiguo. El poder es una función ambivalente, ya que podemos hacer las cosas aunque no necesariamente sepamos que de manera impositiva no se “deban” hacer, de modo contrario, podríamos hacerlas sabiendo que están bien hechas porque son permitidas por el grupo social al que pertenecemos. Cuando sabemos que podemos hacer algo, aunque no lo hagamos, nos sentimos tranquilos porque es una decisión que está en nosotros, y eso nos da tranquilidad. La parte negativa de vivir el “yo puedo” es que nos deja en un halo de ilusiones que estarían por realizarse, pero que dependerá de cualquier circunstancia que fabriquemos en nuestra mente.
Querer nos empodera de nuestra existencia. De las tres, es la que nos brinda más libertad y aceptación de nosotros mismos. Cuando decimos “yo quiero” en vez de “yo debo” o “yo puedo”, nos motivamos de una manera diferente. El aceptar que queremos algo nos hace sinceros, poniéndonos en una posición de decisión consciente. Cuando uno quiere algo, el esfuerzo que se hace por conseguirlo es mucho mayor, es como la antesala de asumir una posición fija ante algo, y repetirlo de manera reiterada nos convence de que realmente es la opción que vamos a elegir.
Considero, que si logramos hacer equilibrio entre deber, poder, y querer, estaríamos dándonos la oportunidad de ser personas justas, que tomamos en cuenta todas las posiciones que se presentan a nuestro alrededor. Para estar en armonía, tanto con la sociedad a la que pertenecemos, como con lo que sabemos que podemos hacer, y viviendo en paz con un@ mism@ aceptando lo que sabemos que queremos ser y hacer de manera consciente.
Para seguirme en twitter: @REAlmanzar