Parece una rutina terapéutica la retórica discursiva de los hombres que van a la consulta con una de las disfunciones sexuales más comunes: La Impotencia o Disfunción Eréctil. Obviamente, estas son nominaciones técnicas, puesto que los hombres no les gusta hablar directamente de lo que tienen, y utilizan frases bien jocosas como “estoy flojo”, “no me funciona”, “no levanta”, “toy muerto”, etc…
Hay un elemento de suma importancia en la instalación de esta disfunción en un hombre, y es el desconocimiento de la función eréctil del pene, o sea, que es lo que hace que el pene tenga una erección o se pare. Por eso, todo hombre que viene a terapia dice más o menos lo mismo, y es un esquema que va derivando, en un rol expectativo, como bien lo definen los libros especializados en esta área.
Todo comienza con un momento en el cual el pene no tuvo una erección por cualquier eventualidad del momento: cansancio, estrés, problemas económicos, preocupaciones laborales, conflictos con la pareja, etc… esto es completamente normal, pero, el hombre comienza a darle una importancia marcada, probablemente por el significado que tiene para su masculinidad el no poder tener una erección delante de una mujer. Y aquí entramos, en el tercer elemento, que no necesariamente está presente, pero muchas veces si, y es que las mujeres hacen comentarios negativos ante esta eventualidad, del tipo “ya no me quieres”, “ya no te gusto”, “tienes otra”, “mira a ver lo que tu vas a hacer”, “eto ta jodón”… y esto comienza a trabajar de manera negativa en la mentalidad del hombre.
A partir de ese momento, y en lo adelante, cada vez que el hombre intente tener una actividad sexual, irá con la expectativa de si va a tener una erección, o si le pasará lo mismo. Y es precisamente en estas circunstancias, donde se da el momento crucial para que se comience a deteriorar de manera crónica la capacidad de tener una erección adecuada que permita una penetración.
En lo adelante no habrá una erección porque ninguna de estas actividades la promueven. Y es ahí donde está lo importante del asunto, el hombre deja de hacer lo que tiene que hacer para poder tener una buena erección. Concentrarse en los estímulos placenteros de la actividad sexual, que es en definitiva lo único que pone en marcha todo el aparato encargado de que el pene se eleve por lo alto.
En tal sentido, hay que hacer referencia al título de este artículo. La erección está mediada por mecanismos del sistema nervioso que se encargan de funciones “automáticas” del ser humano, y esto implica que dichas funciones son involuntarias, o sea, no podemos controlarlas, sino que se da la respuesta cuando, en primer lugar hay estímulos que promueven la respuesta, y en segundo lugar, nos concentramos en esos estímulos.
Podemos entender entonces, que ningún hombre es capaz de controlar una erección con su pensamiento, ni concentrándose en la erección, y mucho menos preocupándose por si se le va a parar o se le va a caer. La erección es espontánea y duradera, siempre y cuando el hombre disfrute del momento placentero, o se enfoque en una fantasía erótica.
Como yo digo, el pene es un antisocial, lleva una vida autónoma, no le gusta que le presten atención, es un personaje que sabe hacer su trabajo sin que se lo ordenen. El hombre sólo tiene que hacer su trabajo, y el se encarga de hacer su parte.
La terapia sexual existe, precisamente porque muchas veces, aunque entendamos esto, se hace un poquito difícil no “darle mente” al asunto, por el significado que tiene para un hombre su erección. Por eso, siempre aliento a las parejas, que no tienen por que estar pasando trabajo con estas situaciones difíciles a través del tiempo, busque ayuda para su vida sexual, que eso nunca está de más, y le dará muchos beneficios, tanto al hombre como a la mujer.
Hay un elemento de suma importancia en la instalación de esta disfunción en un hombre, y es el desconocimiento de la función eréctil del pene, o sea, que es lo que hace que el pene tenga una erección o se pare. Por eso, todo hombre que viene a terapia dice más o menos lo mismo, y es un esquema que va derivando, en un rol expectativo, como bien lo definen los libros especializados en esta área.
Todo comienza con un momento en el cual el pene no tuvo una erección por cualquier eventualidad del momento: cansancio, estrés, problemas económicos, preocupaciones laborales, conflictos con la pareja, etc… esto es completamente normal, pero, el hombre comienza a darle una importancia marcada, probablemente por el significado que tiene para su masculinidad el no poder tener una erección delante de una mujer. Y aquí entramos, en el tercer elemento, que no necesariamente está presente, pero muchas veces si, y es que las mujeres hacen comentarios negativos ante esta eventualidad, del tipo “ya no me quieres”, “ya no te gusto”, “tienes otra”, “mira a ver lo que tu vas a hacer”, “eto ta jodón”… y esto comienza a trabajar de manera negativa en la mentalidad del hombre.
A partir de ese momento, y en lo adelante, cada vez que el hombre intente tener una actividad sexual, irá con la expectativa de si va a tener una erección, o si le pasará lo mismo. Y es precisamente en estas circunstancias, donde se da el momento crucial para que se comience a deteriorar de manera crónica la capacidad de tener una erección adecuada que permita una penetración.
En lo adelante no habrá una erección porque ninguna de estas actividades la promueven. Y es ahí donde está lo importante del asunto, el hombre deja de hacer lo que tiene que hacer para poder tener una buena erección. Concentrarse en los estímulos placenteros de la actividad sexual, que es en definitiva lo único que pone en marcha todo el aparato encargado de que el pene se eleve por lo alto.
En tal sentido, hay que hacer referencia al título de este artículo. La erección está mediada por mecanismos del sistema nervioso que se encargan de funciones “automáticas” del ser humano, y esto implica que dichas funciones son involuntarias, o sea, no podemos controlarlas, sino que se da la respuesta cuando, en primer lugar hay estímulos que promueven la respuesta, y en segundo lugar, nos concentramos en esos estímulos.
Podemos entender entonces, que ningún hombre es capaz de controlar una erección con su pensamiento, ni concentrándose en la erección, y mucho menos preocupándose por si se le va a parar o se le va a caer. La erección es espontánea y duradera, siempre y cuando el hombre disfrute del momento placentero, o se enfoque en una fantasía erótica.
Como yo digo, el pene es un antisocial, lleva una vida autónoma, no le gusta que le presten atención, es un personaje que sabe hacer su trabajo sin que se lo ordenen. El hombre sólo tiene que hacer su trabajo, y el se encarga de hacer su parte.
La terapia sexual existe, precisamente porque muchas veces, aunque entendamos esto, se hace un poquito difícil no “darle mente” al asunto, por el significado que tiene para un hombre su erección. Por eso, siempre aliento a las parejas, que no tienen por que estar pasando trabajo con estas situaciones difíciles a través del tiempo, busque ayuda para su vida sexual, que eso nunca está de más, y le dará muchos beneficios, tanto al hombre como a la mujer.