martes, 29 de septiembre de 2009

De cuando en vez hay que desconectarse


Como muchos procesos de la educación académica, en mi infancia había algo que nunca entendía. Era esta famosa “composición” que nos ponían a hacer cada vez que llegábamos de las vacaciones. Era un cuento repetido “hagan una composición de sus vacaciones”. Era como decimos “un disco rayado”. Sinceramente, y espero que ninguna de mis queridas profesoras estén leyendo esto, nunca fui sincero con esas composiciones. A parte de que lo veía estúpido, no entendía el por qué de las mismas.

En este pasado “fin de semana largo” tuve la oportunidad de irme de jueves a domingo al interior del país. Dejé la ciudad, y junto con ella mi laptop, mi correo electrónico, mi trabajo, mi facebook, mi Hi5, mi messenger, el templo llamado iglesia donde busco a Dios, mi casa de la ciudad junto con su aderezo de vecinos, mi trabajo, etc. Fue como entrar en otra dimensión que desconozco. Llegué a la conclusión de que nos hemos creado una realidad a la cual le hemos dado una importancia tan grande, que creemos que la vida es eso y nada más.

Hoy me gustaría que una de mis profesoras me pidiera escribir una composición de mi “fin de semana largo”. Escribiría lo siguiente: La pasé de maravilla, entré en una dimensión desconocida donde lo único que cuenta es lo bien que me sentí como ser humano, el reposo de mi cuerpo y de mi alma. Dejé a un lado las mortificaciones del mundo paralelo llamado Internet, y me conecté con la naturaleza. Comí mucho, dormí mucho, conversé mucho, me conecté con la realidad y me desconecté de lo ficticio. Querida profesora, que bien me sentí dejando todo a un lado por varios días. Me fui manejando desde la ciudad a la frontera, y regresé el domingo manejando desde la frontera a la ciudad, y para nada me sentí cansado. Con esto comprobé que lo que cansa es estar haciendo cosas para satisfacer expectativas sociales, pero que cuando uno satisface expectativas personales, por más ardua que sea la actividad, uno no se cansa, al contrario, eso reconforta. Hoy sé el valor de las composiciones gracias a mi desconexión por varios días. Excúseme profe, pero es que de niño, simplemente nos enseñan a hacer cosas sin sentido, somos como marionetas que nos mueven de aquí para allá y de allá para acá, sin mostrarnos el valor pleno de las cosas. Hoy la comprendo, y por eso le extiendo mis más sinceras excusas.

Viva la desconexión, viva el toque pleno de lo que realmente significa ser humano, estar en consonancia con la naturaleza, y no con lo ficticio. Ya estoy totalmente de acuerdo, que cada vez que puedo, “soltaré en banda” al facebook, al correo electrónico, al celular, etc., etc., etc., que son cosas que definitivamente disfruto, pero que al mismo tiempo nos ponen una soga que no nos deja entender que eso es simplemente una dimensión que cobra valor en si misma, y no porque realmente tenga un valor palpable. Hay que entenderlas desde un punto de vista funcional y práctico, pero jamás, jamás, darle el valor que le hemos dado como parte “vital” de nuestra existencia. Viva el olor fresco del campo sin computadoras, viva la brisa fresca de una noche de verano, viva el olor a hierba, viva el vivir por vivir, porque simplemente estamos vivos. Que viva todo lo que sea natural, gracias Dios por tus bendiciones… ojalá nos recordáramos más de ellas, en vez de vivir sumergidos y ahogados en las bendiciones creadas por los hombres.

re.almanzar@gmail.com


viernes, 18 de septiembre de 2009

Los baches conyugales y los rellenos improvisados


Vivir en un país donde las calles están llenas de baches, y tener que transitarlas día tras día, es una tortura en todo el sentido de la palabra. Es muy duro llegar a la oficina después de recibir la tortura de cada día, y sentir que ya hemos trabajado toda una faena, cuando realmente es que comienza nuestra labor. Hice este doloroso preámbulo de la vida real para pasar a una de las tantas analogías que nos da la vida para ejemplificar otras tantas cosas.

Las personas generalmente se vinculan de una manera arbitraria cuando tienen una relación conyugal. Criterios personales imperan los discursos de las parejas, donde cada quien filosofa, tanto con sus palabras como con sus gestos, las magnificencias de los dictámenes comportamentales. “En mi casa yo aprendí” “yo veía que mi papá” “mi mamá tal cosa” “en casa de mis abuelos”… es como una historia que se escribió hace miles de años, y ni siquiera nos enteramos, simplemente llevamos el guión al pié de la letra, sin percatarnos de todos los baches que vamos dejando en el amino, los cuales se convierten en una tortura de la cotidianidad conyugal.

Es tener que despertarse todas las mañanas vivenciando los hoyos creados por la mal llevada relación de pareja. Y se van sumando más y más baches, convirtiendo la relación en una avenida intransitable, pero abierta para transitar. De esta forma conducimos nuestro vínculo, deteriorándonos como personas por un lado, y no sopesando en el daño que esto causa a la relación por otro lado. Porque, definitivamente, llegará un momento donde realmente no habrá forma de pasar por esa vía.

Al parecer, la maravillosa evolución no nos ha desamparado, y hemos inventado formas de “sobrevivir” dentro de estas deterioradas avenidas relacionales. Hemos creado “rellenos” muy parecidos a los que ahora están haciendo en las calles de nuestro país, que simplemente rellenan con contenido de asfalto, creando una solución al problema, pero desarrollando una nueva dificultad muy parecida a la del bache, lo único que en un sentido contrario. Estos rellenos, que no se hacen de manera adecuada, crean un desnivel abultado, lo que deteriora de igual manera los vehículos. Algo totalmente improvisado, que cambia la visión y la forma, pero el fondo sigue igual de dañino.

De igual modo, las parejas van rellenando sus baches conflictivos, y no trabajan el fondo de sus problemas. No se planifican de una manera proyectiva, para hacer las cosas de una adecuadamente, sino que buscan salidas fáciles y etéreas a situaciones que vienen formándose, incluso, desde antes que estas dos personas se conocieran.

Deterioro, impotencia, tortura, dolor de cabeza, estrés. Estos son los remanentes que dejan tener que vivir en un país que no toma en cuenta la salud emocional y mental de personas que día a día salen a trabajar para mantener a ese mismo país en pié. Así mismo, terminan los miembros de una pareja, deteriorados, impotentes, torturados, estresados, y con muchos dolores de cabeza, cuando no se tratan los problemas a fondo, sino que se siguen buscando salidas simples y evasivas, haciéndole un daño profundo a una relación, que supuestamente se formó para construir dicha, sosiego y felicidad…

La única diferencia entre las calles de nuestro país y una relación de pareja es, que el arreglo de las vías citadinas no está del todo en nuestras manos, pero el remozamiento de nuestra relación de pareja siempre será nuestra responsabilidad. O sea que, la improvisación nos pone en una posición de irresponsables, y no darnos cuenta de que simplemente seguimos torturándonos con los rellenos conyugales, nos pone en un plano de personas con una conciencia que no va más allá del guión disfuncional que ya nos escribieron, y que simplemente nos hemos limitado a vivir.

re.almanzar@gmail.com


miércoles, 9 de septiembre de 2009

Imposición Vs. Proposición


El egoísmo de la naturaleza humana nos hace visualizar las cosas desde una perspectiva muy personal. Es como si todos nosotros, en cada uno, viviera una historia personal donde el protagonista obviamente es un@. Imagínense una realidad única vivida desde la singular percepción de millones y millones de personas. En ese plano, la realidad única, se convierte en múltiples realidades, que se viven como si así fuera, siendo en esencia única como es.

Precisamente desde ese punto de vista sin conjugar que conforma nuestra personalidad, es que se comienza a formar todo un imperio mental, donde las demás personas, perceptualmente y egoístamente están por debajo de nosotros. De esta manera se va forjando un estilo de comunicación que tiene los modismos imperativos como parte de su repertorio habitual. Cuando entablamos un diálogo, sin darnos cuenta utilizamos muchísimas oraciones que denotan o connotan, cualquiera que sea el caso, la manera en que queremos imponer nuestros criterios ante los de los demás. Y, por consiguiente, entendiendo que no hablamos con marcianos, sino con personas igual que nosotros, los demás queriendo imponer sus criterios por encima de los nuestros.

Pareciera una batalla campal lo que sucede cuando hablamos con otra persona, o en un grupo de personas. Aunque no denotemos disgusto en ocasiones, pero nuestras mentes se agitan de una manera muy nublada, producto de esa pugna mental que sostenemos con los demás en una pelea de criterios encubiertos, y revancha tras revancha, siempre nos lanzamos un “buen diálogo aparente”, pero siempre es en busca de llevar la supremacía de tener la razón y ser el que más sabe de todo. Olvidando lo que dijo Einstein: “Todos somos ignorantes, lo que pasa es que no todos ignoramos las mismas cosas”.

Por otro lado, hay una versión mucho más amigable de vivir las conversaciones. Es la manera consultiva y propositiva. Cuesta mucho, porque el trasfondo del que venimos, como ya he mencionado, es muy singular y particular, muy egocentrista. Despojarnos de ese egocentrismo, es bien difícil. Pero siempre hay una salida, y es el de querer ser diferentes. Acuñar frases y diálogos propositivos dentro de nuestra comunicación nos eleva a un plano mucho más sabio, de madurez emocional. Comenzamos un transitar más comprensivo, en el cual mostramos una manera diferente de ver las cosas, conjugando los intereses de los demás con los nuestros.

Es fácil de practicar, sólo tienes que armar una conversación donde, en vez de querer llevar la delantera, simplemente toma a la otra persona en cuenta. Es probable que desde el primer o segundo intento no te salga como lo esperas, pero no te desanimes, sigue intentándolo y verás. Por ejemplo, si estás con tu pareja, y van a hacer algo de manera independiente, tienen que tomar en cuenta que cada cual tiene intereses particulares, pero que en algún momento pueden estar cruzados por una mala comunicación. Quizás, tú tienes deseo de comerte un helado, y en vez de comerte tu helado de manera personal, pues le dices a tu pareja que te lo compre (modelo impositivo), lo que puede generar una discusión, porque tu deseo no tiene nada que ver con la otra persona. Por el contrario, si simplemente haces tu comentario a la otra persona, a modo de información, y al mismo tiempo le preguntas que si le apetece algo (modo consultivo) o que te gustaría llevarle algo y si lo desea (modo propositivo), pues el diálogo se torna abierto, y tu pareja se sentirá parte importante del mismo. También hay que señalar, que sin importar la respuesta que recibamos de la otra persona, pues tenemos que sentirnos bien, porque lo que inicio el diálogo fue “el deseo de YO comerme un helado”, y me lo estoy comiendo, jajajajaa.

Pues, adelante con las consultas y las propuestas, y dejemos de creer que somos emperadores en nuestras relaciones humanas, que eso no es así.

re.almanzar@gmail.com