
Vivir en un país donde las calles están llenas de baches, y tener que transitarlas día tras día, es una tortura en todo el sentido de la palabra. Es muy duro llegar a la oficina después de recibir la tortura de cada día, y sentir que ya hemos trabajado toda una faena, cuando realmente es que comienza nuestra labor. Hice este doloroso preámbulo de la vida real para pasar a una de las tantas analogías que nos da la vida para ejemplificar otras tantas cosas.
Las personas generalmente se vinculan de una manera arbitraria cuando tienen una relación conyugal. Criterios personales imperan los discursos de las parejas, donde cada quien filosofa, tanto con sus palabras como con sus gestos, las magnificencias de los dictámenes comportamentales. “En mi casa yo aprendí” “yo veía que mi papá” “mi mamá tal cosa” “en casa de mis abuelos”… es como una historia que se escribió hace miles de años, y ni siquiera nos enteramos, simplemente llevamos el guión al pié de la letra, sin percatarnos de todos los baches que vamos dejando en el amino, los cuales se convierten en una tortura de la cotidianidad conyugal.
Es tener que despertarse todas las mañanas vivenciando los hoyos creados por la mal llevada relación de pareja. Y se van sumando más y más baches, convirtiendo la relación en una avenida intransitable, pero abierta para transitar. De esta forma conducimos nuestro vínculo, deteriorándonos como personas por un lado, y no sopesando en el daño que esto causa a la relación por otro lado. Porque, definitivamente, llegará un momento donde realmente no habrá forma de pasar por esa vía.
De igual modo, las parejas van rellenando sus baches conflictivos, y no trabajan el fondo de sus problemas. No se planifican de una manera proyectiva, para hacer las cosas de una adecuadamente, sino que buscan salidas fáciles y etéreas a situaciones que vienen formándose, incluso, desde antes que estas dos personas se conocieran.
Deterioro, impotencia, tortura, dolor de cabeza, estrés. Estos son los remanentes que dejan tener que vivir en un país que no toma en cuenta la salud emocional y mental de personas que día a día salen a trabajar para mantener a ese mismo país en pié. Así mismo, terminan los miembros de una pareja, deteriorados, impotentes, torturados, estresados, y con muchos dolores de cabeza, cuando no se tratan los problemas a fondo, sino que se siguen buscando salidas simples y evasivas, haciéndole un daño profundo a una relación, que supuestamente se formó para construir dicha, sosiego y felicidad…
La única diferencia entre las calles de nuestro país y una relación de pareja es, que el arreglo de las vías citadinas no está del todo en nuestras manos, pero el remozamiento de nuestra relación de pareja siempre será nuestra responsabilidad. O sea que, la improvisación nos pone en una posición de irresponsables, y no darnos cuenta de que simplemente seguimos torturándonos con los rellenos conyugales, nos pone en un plano de personas con una conciencia que no va más allá del guión disfuncional que ya nos escribieron, y que simplemente nos hemos limitado a vivir.
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