Quiero compartir en esta ocasión, algunas reflexiones sobre uno de los libros más fascinantes de la historia, "El arte de la Guerra". Escrito por Sun Tzu, hace unos 2,300 años, en la antigua China. De las diferentes versiones que he tenido la oportunidad de leer, hay una en particular que me gusta mucho, y es la que elaboró el grupo Denma. Como todas las cosas de la vida, siempre hay conceptos con los que uno no está de acuerdo, pero no por eso dejan de ser interesantes, asi que, aqui les va lo que más o menos pude recopilar del material citado:
Si adoptamos la posición correcta, podremos ver hasta muy lejos, por muy limitada que sea nuestra propia persona.
Si aprovechamos ciertas características del entorno, nuestro poder se incrementa considerablemente, por eso no debemos limitarnos a valorar el objeto en cuestión, sino a ver como interactúa con otros objetos y con otras situaciones, conocer sus relaciones.
Este mundo es un flujo. Lo que hoy no se encuentra definido, bien puede estarlo mañana.
Si se encuentra adecuadamente situado, incluso el más pequeño de los objetos puede conseguir algo notable.
El mayor impedimento para poder crecer es la fijación. En lugar de ser como el agua, somos nuestro propio enemigo, impidiendo su flujo.
Algunas cualidades, en circunstancias adecuadas, pueden convertirse en virtudes. Sin embargo, llevadas al límite, pueden hacerse autodestructivas.
No necesitamos preocuparnos por las razones que pueda tener nuestro egoísmo para distorsionar nuestro juicio. Si vemos que no podremos ganar, no debemos luchar, aun cuando nos manden a hacerlo.
El placer de un acercamiento contemplativo radica no en la lectura, ni en el recuerdo, sino en ver el potencial de lo que va surgiendo en el momento.
La primera cuestión no es lo que vamos a hacer, sino como “ser”. El simple hecho de ser uno mismo proporciona un poder perdido a menudo en el fárrago de tratar de ser otro.
Aunque nos encontremos en medio de la confusión, debemos darnos cuenta del orden particular del caos.
Aunque el caos constituye por lo general una época de dificultades e incomodidades, también es dinámico, un momento de gran apertura y creatividad.
Más que ceder al impulso de controlar el caos cuando este surge, el sabio descansa en el caos y permite a este que se resuelva a sí mismo.
Si se está preparado y se espera lo no preparado, se consigue la victoria.
El permitir que una situación caótica se desarrolle exige valor, pues a menudo significa que a corto plazo las cosas empeorarán en lugar de mejorar.
El lograr una solución fundamental y a largo plazo es más importante que resolver la incomodidad y la irritación del momento. De modo que al tolerar que la situación se desarrolle con paciencia se encuentra el momento adecuado para poder hacer el impacto crítico.
El sabio observa, en primer lugar, el mayor punto de referencia. Suspendiendo de momento su punto de vista habitual, observa el espacio que rodea las cosas.
Generalmente, un problema surge cuando uno mantiene un punto de vista que se ha hecho demasiado pequeño e inflexible. El enfrentarse al problema tal como esta se presenta sirve a menudo para reforzar la postura que, en un principio, lo originó.
La preparación no debe estar enfocada en la acumulación de fuerza, sino más bien en tomar una posición que se encuentre fuera del alcance del ataque, preparando una perspectiva para un terreno de la no derrota.
El sabio responde a la agresión creando un espacio que refleja la situación y que, paradójicamente, la pone más bajo su control. Es como controlar un toro dándole mucho terreno para pastar.
La fuerza no es algo estático. Se encuentra abierta y sensible al espacio siempre cambiante, de forma que está renovada y a tiempo en todo momento.
El poder se consigue, cuando no se cambia la naturaleza de las cosas, sino las circunstancias.
Ganar la totalidad significa conquistar al contrario de un modo que este se mantenga lo más intacto posible, es decir, conservando todos los recursos propios y los del contrario a salvo. La destrucción nada deja, y sus secuelas requerirán una costosa energía que habrá que restar de la notable victoria.
El hábil origina lo extraordinario. Tan infinito como el cielo y tan inagotable como el océano. Piensa siempre de modo más profundo, más allá de lo que el contrario pueda concebir.
La victoria es algo que se está produciendo continuamente, es una forma de ser más que una meta final. Implica el abrazar todos los aspectos del mundo. El pretender rechazar algunas de sus partes perpetúa la lucha, tanto en uno mismo como en el resto del mundo.
Si aprovechamos ciertas características del entorno, nuestro poder se incrementa considerablemente, por eso no debemos limitarnos a valorar el objeto en cuestión, sino a ver como interactúa con otros objetos y con otras situaciones, conocer sus relaciones.
Este mundo es un flujo. Lo que hoy no se encuentra definido, bien puede estarlo mañana.
Si se encuentra adecuadamente situado, incluso el más pequeño de los objetos puede conseguir algo notable.
El mayor impedimento para poder crecer es la fijación. En lugar de ser como el agua, somos nuestro propio enemigo, impidiendo su flujo.
Algunas cualidades, en circunstancias adecuadas, pueden convertirse en virtudes. Sin embargo, llevadas al límite, pueden hacerse autodestructivas.
No necesitamos preocuparnos por las razones que pueda tener nuestro egoísmo para distorsionar nuestro juicio. Si vemos que no podremos ganar, no debemos luchar, aun cuando nos manden a hacerlo.
El placer de un acercamiento contemplativo radica no en la lectura, ni en el recuerdo, sino en ver el potencial de lo que va surgiendo en el momento.
La primera cuestión no es lo que vamos a hacer, sino como “ser”. El simple hecho de ser uno mismo proporciona un poder perdido a menudo en el fárrago de tratar de ser otro.
Aunque nos encontremos en medio de la confusión, debemos darnos cuenta del orden particular del caos.
Aunque el caos constituye por lo general una época de dificultades e incomodidades, también es dinámico, un momento de gran apertura y creatividad.
Más que ceder al impulso de controlar el caos cuando este surge, el sabio descansa en el caos y permite a este que se resuelva a sí mismo.

El permitir que una situación caótica se desarrolle exige valor, pues a menudo significa que a corto plazo las cosas empeorarán en lugar de mejorar.
El lograr una solución fundamental y a largo plazo es más importante que resolver la incomodidad y la irritación del momento. De modo que al tolerar que la situación se desarrolle con paciencia se encuentra el momento adecuado para poder hacer el impacto crítico.
El sabio observa, en primer lugar, el mayor punto de referencia. Suspendiendo de momento su punto de vista habitual, observa el espacio que rodea las cosas.
Generalmente, un problema surge cuando uno mantiene un punto de vista que se ha hecho demasiado pequeño e inflexible. El enfrentarse al problema tal como esta se presenta sirve a menudo para reforzar la postura que, en un principio, lo originó.
La preparación no debe estar enfocada en la acumulación de fuerza, sino más bien en tomar una posición que se encuentre fuera del alcance del ataque, preparando una perspectiva para un terreno de la no derrota.
El sabio responde a la agresión creando un espacio que refleja la situación y que, paradójicamente, la pone más bajo su control. Es como controlar un toro dándole mucho terreno para pastar.
La fuerza no es algo estático. Se encuentra abierta y sensible al espacio siempre cambiante, de forma que está renovada y a tiempo en todo momento.
El poder se consigue, cuando no se cambia la naturaleza de las cosas, sino las circunstancias.
Ganar la totalidad significa conquistar al contrario de un modo que este se mantenga lo más intacto posible, es decir, conservando todos los recursos propios y los del contrario a salvo. La destrucción nada deja, y sus secuelas requerirán una costosa energía que habrá que restar de la notable victoria.
El hábil origina lo extraordinario. Tan infinito como el cielo y tan inagotable como el océano. Piensa siempre de modo más profundo, más allá de lo que el contrario pueda concebir.
La victoria es algo que se está produciendo continuamente, es una forma de ser más que una meta final. Implica el abrazar todos los aspectos del mundo. El pretender rechazar algunas de sus partes perpetúa la lucha, tanto en uno mismo como en el resto del mundo.
Sun Tzu, "The art of war", The Denma Translation Group, Ed. Edaf. Madrid. 2004
No hay comentarios:
Publicar un comentario